El Teatro Romea (plaza Julián Romea, 1) es el principal teatro de la ciudad y uno de los más importantes del país. Proyectado, en un primer momento, bajo la dirección de los arquitectos Diego Manuel Molina y Carlos Mancha, con pinturas interiores de José Pascual Valls, fue inaugurado (con toda la pompa) en 1862 por la reina Isabel II como “Teatro de los Infantes”.
Cuenta la leyenda que uno de los monjes Dominicos, tras la expropiación de Mendizábal que les arrebató este terreno para construir el teatro (hasta entonces aquí estaba el huerto conventual de Santo Domingo) lanzó una maldición: tres incendios lo castigarían. En el primero, no habría ninguna víctima; en el segundo moriría una persona; y en el tercero, con el aforo completo, todos fallecerían y el teatro quedaría arrasado. Los dos primeros incendios ya han ocurrido, con ninguna, y una víctima respectivamente (1877 y 1880); desde entonces, la última entrada que completa el aforo nunca se vende, evitando así la maldición del tercer incendio.
Tras los incendios llegaron las rehabilitaciones, y el edificio que vemos hoy se debe al diseño del afamado arquitecto Justo Millán, en un personal estilo ecléctico con detalles modernitas: como las verjas y la preciosa marquesina de entrada. El interior Los que están en los medallones en lo alto son Beethoven, Mozart y Liszt, y abajo, sobre las ventanas, los bustos de cuatro relevantes dramaturgos murcianos. Si el exterior es rutilantemente bello, el interior no se queda atrás, respondiendo a la imagen clásica de gran teatro romántico del siglo XIX, con paredes recargadas de oro (hasta extasiar), terciopelo rojo y gran pintura en el techo con alegoría de las Artes.
Por cierto, Julián Romea fue un actor murciano, considerado el máximo representante del teatro nacional romántico del siglo XIX, razón por la cual, en homenaje, teatros en Madrid y Barcelona llevan su nombre también. Este es, sin duda, un emblemático edificio situado en una emblemática plaza, que forma parte de esos pocos inmuebles con alma, a los que los murcianos les tenemos un especial cariño.