El convento de la Encarnación de Carmelitas Descalzas (Calle Sagasta, 4), popularmente conocidas como ‘las Teresas’, fue levantado a mediados del siglo XVIII, muy cerca del también desaparecido convento masculino de San Francisco, y del femenino de Verónicas (del que nos queda la iglesia desacralizada, hoy dedicada al arte como Sala Verónicas).
Llegó Murcia a ser una ciudad significativamente conventual, estando la ciudad plagada de conventos, (hasta 18 en el entorno urbano), que tras diversos “golpes” del destino (el primero por las famosas Desamortizaciones del siglo XIX, el segundo por la Guerra Civil, y la estocada final con el Desarrollismo), se quedaron en un número reducido de ellos (en el casco histórico, hoy apenas sobreviven Agustinas, Dominicas de Santa Ana, y Clarisas).
La Orden Carmelitana se instala en Murcia gracias a la gran devoción que la noble familia Peinado tenía por Santa Teresa de Jesús, fundadora de esta orden, donando Don Alejandro Peinado y Bocio parte de sus inmuebles en la calle Sagasta, para que estas monjas se situaran allí, donde fueron recibidas con jolgorio las siete primeras huéspedes venidas de toda España. Se construye entonces un edificio austero con portón de entrada en estilo barroco, y gran escudo.
Tras más de doscientos años en esta ubicación, en 1964, las ‘hijas de Santa Teresa’ se mudan al moderno edificio en Algezares que hoy ocupan, donde por cierto, se llevan el escudo que lucía sobre el portón, colocándolo a modo de “collage” en su nueva ubicación. Sobre el convento original, se tiró abajo, y en su lugar hoy luce un (terrorífico) edificio de ‘tropecientas’ plantas de altura, y de ladrillo, de esos que tanto nos gustan. Espeluznante.