El palacete o casona de Villacís (calle Pintor Villacís, 3) se levanta en la segunda mitad del siglo XVII, como residencia principal del ilustre pintor Nicolás de Villacís y Arias, el máximo representante murciano de la pintura barroca de ese siglo. Contemporáneo de Velázquez, se le ofreció ser su sustituto como pintor del rey Felipe IV (rechazó la oferta de suceder al ‘genio de las Meninas’ como pintor real, por no querer abandonar su vida sosegada en Murcia, lejos de Madrid, ¡con dos huevos!). Por desgracia su obra se ha perdido casi por completo, habiendo llegado apenas unas cuantas piezas hasta nuestros días.
Su casa palacio estaba situada dentro de la muralla, junto a la puerta del Toro, tratándose de la típica casona barroca murciana. Planta baja, planta noble, y segunda planta abuhardillada con huecos más pequeños. Fachada de ladrillo visto, con pomposas molduras en torno a los huecos y grandes balcones de la planta noble, y cubierta de teja, con un pequeño torreón central que sobresale de ella.
En los años 20, se derriba con el fin de construir la palacio de Correos y Telégrafos, que no se hizo realidad hasta catorce años después, cuando tras construirse bajo diseño del arquitecto vasco Pedro Muguruza, fue inaugurado en agosto de 1931. En los años 80, el edificio de Correos (como lo conocemos los murcianos) queda obsoleto, y se abandona. Tras una rehabilitación de cabo a rabo (con un interiorismo muy acertado, en mi opinión) en 2018 se abre el mercado de Correos, un mercado gastronómico al estilo de la Boquería de Barcelona o San Miguel en Madrid. ¡Vivan las segundas vidas para los edificios patrimoniales!