Barrios de Murcia, volumen V: El Carmen

#BarriosdeMurcia, volumen 5: El Carmen.

El Carmen es el más castizo, multicultural y poblado de entre los distintos barrios murcianos. Su existencia como arrabal islámico no amurallado es conocida desde el siglo XIII, cuando se sabe que aquí se ubicó una pequeña mezquita u oratorio junto a cementerio, apodándose al lugar como ‘al-Harilla’ (de aquello nos queda hoy el nombre de la acequia Alharilla). Con los cristianos llegará la edificación de la ermita de San Benito en el siglo XV, hecho que hará que la zona pase a ser conocida como ‘Partido de San Benito’.

Se configuró como una zona dispersamente poblada, por la que discurría el importante camino Real de Cartagena, lo que favoreció la instalación de posadas. Más tarde llegarían los monjes Carmelitas Calzados (debido al templo de los cuales se acabará denominando al barrio con su actual nombre) y los Capuchinos, quienes construyeron sus grandes conventos en la zona. Con la revolución barroca del siglo XVIII llegó la construcción del Puente Viejo, la antigua plaza de Toros (Camachos), la consolidación de la Alameda (Jardín de Floridablanca), y la construcción de la actual iglesia de los Carmelitas, hechos que impulsarán la definitiva urbanización del barrio.

Sin embargo, si hubo un momento trascendental para el barrio, ese fue la tardía inmersión en la Revolución Industrial con la llegada del ferrocarril en 1862-63, que convirtió al Carmen en el epicentro de este momento histórico en la ciudad de Murcia. De aquello nos queda la estación y algunos ejemplos de fábricas decimonónicas como la de harinas de ‘La Constancia’, o la fachada de la ‘Fundición Peña’. A principios del siglo XX llegó la segunda conexión con la ciudad: el Puente Nuevo o de Hierro, además de importantes equipamientos como vasto Cuartel de Artillería y el moderno Matadero Municipal, entre otros.

El carmelitano barrio tiene además el honor de ser la sede de la cofradía más antigua del Reino de Murcia: la de la Sangre, que hunde sus raíces en el siglo XV, y que cada Miércoles Santo inunda las calles de un intenso rojo tras cruzar el viejo puente, en una de las noches más especiales de la Semana Santa murciana.

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