Santa Cecilia (Roque López, 1783, iglesia conventual de las Agustinas). Ubicada en el templo del convento del Corpus Christi, la patrona de la música y la poesía es una de las indiscutibles obras cumbre de este escultor, nacido en la murciana pedanía de Era Alta a mediados del s.XVIII. La imagen es encargada para la capilla de la Música, la primera de las situadas en el lado del evangelio (el izquierdo según se accede al templo) de la iglesia de las monjas Agustinas, patrocinada por este gremio de artistas.
Roque López, quien entró a formar parte del taller de Francisco Salzillo con apenas dieciocho años, acompañando a su insigne maestro hasta el final de sus días, ha pasado a la Historia del Arte como el discípulo predilecto, el más aventajado, el primer y mejor continuador de su inconfundible estilo. Sin embargo, y tras una necesaria revisión crítica de su obra, hoy se le tiene en cuenta más allá de la inevitable sombra del genio, como uno de los más representativos escultores murcianos en un momento de transición entre el último barroco-rococó del que aprendió, y el primer neoclasicismo académico al que tuvo que hacer frente, el cual buscaba reflejar en las artes la sobriedad, compostura y equilibrio propios de la nueva sociedad ilustrada.
Es precisamente esta Santa Cecilia la escultura en la que mejor se recoje esta transición de estilos. Extremadamente bella, sentada de medio lado con su capelina de armiño y su manga abullonada, mirando al cielo en búsqueda de la inspiración divina que la empuje a interpretar su pieza a piano, en esta imagen se plasma lo mejor del exceso y derroche compositivos del Barroco, perfectamente combinado con la sencillez y razón neoclásicas, poniendose de manifiesto el gran valor de su autor, y la injusta etiqueta de mero repetidor de lo patrones de Sazlillo que históricamente le ha acompañado.