El palacio de los Riquelme (Calle Jabonerías, 2) fue un valioso ejemplo de palacete urbano renacentista, de mediados del siglo XVI, que estuvo situado en la calle Jabonerías esquina con Platería, y que perteneció a esta noble familia de la aristocracia murciana: los Riquelme Salafranca, Marqueses de Pinares.
Se trataba de una bellísima arquitectura en la que destacaba el gran escudo sobre el portón, flanqueado por dos fieros salvajes (que por su fortaleza, en clave simbólica, se entendían como grandes protectores del escudo familiar y de la casa). Sobre el mismo, una elegante ventana tripartita coronada también con escudo. En la esquina con Platería, de nuevo un escudo familiar flanqueado esta vez por dos leones.
Con el paso del tiempo, el edificio dejó de ser usado por nobles, y se convirtió en un conjunto de casas de vecinos, instalándose en los bajos unos hornos y una taberna. Sin embargo, seguía manteniendo la magia de los edificios viejos reutilizados situados en los cascos históricos.
Fue 1967 el año en el que se llevó a cabo su vergonzoso derribo. Es este, sin duda, uno de los más flagrantes ejemplos de la barbarie especuladora que fue devorando de manera despiadada nuestro patrimonio ‘en nombre del progreso’ (¡caraduras, ignorantes!). Tuvieron una consideración (¡vaya, gracias!), y la magnifica portada se trasladó piedra a piedra para pasar a convertirse en una de las fachadas del Museo Salzillo (calle Jesús Quesada Sanz, 3) en el barrio de San Andrés, donde hoy podemos admirarla. Maltratada y cortada ‘a cachos’, despojada de su entorno real y de su significado, y aún así sigue siendo tremendamente bella… ¡qué pena, de verdad, qué pena!
En su solar original se construyó un terrorífico ‘pepino’ de ocho plantas, que rompe completamente la estética del entorno, y que además supera con creces las alturas de los edificios próximos. Un auténtico despropósito.