El convento de San Francisco y la iglesia de la Purísima (plano de San Francisco/calle Pintor Sobejano, s/n). Los franciscanos comienzan a construir su convento cerca del río a lo largo del siglo XIV. En el vacío que dejó su desaparición encontramos hoy el plano de San Francisco (nombrado así en honor al monasterio), y parte del jardín del Malecón, además de una parte de la calle Pintor Sobejano.
Fue este uno de los monasterios más importantes de la Región de Murcia, por varias razones: sobresalía la riqueza de su arquitectura, contando el conjunto con dos iglesias, dos claustros ricamente decorados, escalera monumental, torre con reloj, y un vasto huerto monacal. Era alabada también su excelsa biblioteca, y su gran tamaño (aquí llegaron a vivir mas de cien monjes). En el siglo XVIII, junto al convento (que contaba con su propia iglesia, la de San Francisco), se levanta la segunda iglesia, la de la Purísima, sobre ermita primigenia. Aquí se instaurará el colegio de la Purísima, centro de estudios de la orden franciscana, y uno de los colegios más importantes de la ciudad hasta su cierre en 1835.
La historia de este inmueble es, cuanto menos, tumultuosa: los franciscanos lo ocuparon hasta su desamortización en el siglo XIX, cuando fue saqueado y usado como cárcel y cuartel. Con la vuelta a la normalidad, los monjes regresan y ocupan el colegio de la Purísima. Sin embargo, lo que había sido gran parte de su antiguo monasterio lo ocupan esta vez las monjas de Santa Isabel (cuyo convento, en el actual jardín de Santa Isabel, había desaparecido años antes). En mayo de 1931, poco después de declarada la Segunda República, un grupo de radicales anticlericales asalta el conjunto, y la iglesia de la Purísima es pasto de las llamas (en este templo se veneraba la imagen de la Purísima de Salzillo, obra culmen del escultor, que pasó a ser cenizas junto al edificio). Lo que sobrevivió de aquel saqueo e incendio siguió siendo monasterio de la Orden Franciscana hasta finales de los 40, cuando se decidió su derribo para proceder a llevar a cabo una serie de reformas urbanas, que no se acometieron hasta los años 80, y que modificaron por completo el singular trazado que rodeaba al monasterio, además del propio inmueble.
Donde antaño hubo un monumental convento, rodeado de un pintoresco conjunto de callejuelas y plazas, ahora hay una carretera de acceso a la autovía y un parking subterráneo. ¿Qué hago, me mato?