Plaza de Santa Isabel

La plaza de Santa Isabel surge como espacio público en 1836, año en el que Pedro Chacón, Corregidor de Murcia, quien mandaba en estos lares en nombre de la reina, decide expulsar a las monjitas del convento de ‘Las Isabelas’, y derribar el edificio. En el solar que ocupaba, se decide no construir uno nuevo, sino crear una plaza, a la que Pedrito, muy humilde, muy modesto, le puso su propio nombre: plaza Chacón. Los murcianos, indómitos, nunca llegamos a llamarla así, y en memoria del desaparecido convento siempre se conoció a este lugar como plaza de Santa Isabel.

Numerosos palacetes nobles se desarrollaban en torno a esa gran plaza, una de las de mayor tamaño para la época, siendo el mejor ejemplo el palacio del Vizconde de Huertas, derribado en los años 50 con la apertura de la Gran Vía, y del que se reconstruyó el arco que formaba parte de él, y que comunicaba esta plaza con la también desaparecida plaza de los Gatos y con el edificio del Banco de España.

Su fisionomía cambiará definitivamente con la apertura de la Gran Vía, pasando de ser una plaza casi cerrada por todos sus lados, y situada en medio del casco enrevesado de las callejuelas medievales, a ser una plaza abierta a una enorme avenida de gran tráfico, donde desaparecerán sus palacetes y casitas bajas, y aparecerán grandes moles de más de diez alturas.


La modernidad trajo la remodelación actual, con altísimos parasoles de lamas madera, zona infantil de juegos, y un extenso y coqueto huerto-jardín aromático. En el extremo norte destaca el monumento a La Fama, dedicado a todos los hijos ilustres de Murcia. ¡Cómo le hubiera gustado a Pedrito Chacón que el monumento fuera dedicado a él mismo! ¡Mala suerte!

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