La Murcia desaparecida, volumen 22: la torre Junterón (actual calle Acisclo Díaz, s/n). Corría el siglo XVI cuando Gil Rodríguez de Junterón fue nombrado secretario del Papa Julio II, el pontífice que impulsó de la construcción de San Pedro del Vaticano, la Capilla Sixtina, etc, un gran mecenas de artistas como Bramante, Miguel Ángel o Rafael, (¡na’ menos!). Tras su periodo en Roma, Junterón volverá a su Murcia de origen donde pasará a ocupar el importante cargo de arcediano de Lorca, encargado de administrar esa parte de la Diócesis.
De su estancia vaticana, vuelve cargado de los aires renacentistas de la Italia del Cinquecento, que dejan en Murcia su gran sello a través de la construcción, en la catedral de Santa María, de la sobresaliente capilla ovalada del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo (la capilla ‘De Junteron Es’). Como hombre importante de su tiempo, se quiso enterrar en un sarcófago romano (era lo que se llevaba), así que mandó traer a Murcia, desde Roma, un precioso sarcófago del siglo III d.C., en el que se representa a las nueve musas de las artes y ciencias, que hoy podemos contemplar en el museo catedralicio.
Junterón levanta su residencia palaciega muy cerca de la desaparecida puerta de Molina de la muralla, con aspecto de robusta edificación defensiva, con cuatro torres, una en cada esquina, y recargada decoración en el balcón noble de la fachada principal. Años después se instalaría junto a ella el convento de las Agustinas.
El palacio es reconstruido en 1726 por el marqués de Beniel, momento en el que se encontraba como aparece en el grabado gracias al cual la conocemos. Finalmente en el siglo XIX es definitivamente sustituida por la familia López-Ferrer, que construye su residencia ecléctica en el mismo solar. Lo único que conservamos de aquella excelsa edificación renacentista es la distribución de su mágico huerto-jardín trasero, el Huerto Cadenas o ‘Junterones’, del que podemos seguir disfrutando hoy, ¡algo es algo!