La plaza de San Nicolás, debe su nombre a la parroquia del mismo nombre, que se construyó tras la conquista cristiana sobre una mezquita anterior de la medina Mursiya, y que se reformó en el siglo XVIII para dejarla tal y como la vemos hoy, siendo acaso su fachada el ejemplo más depurado (si no contamos la fachada de la Catedral, por supuesto) del estilo barroco murciano. El protagonismo absoluto de la plaza lo tiene, por tanto, la fachada lateral de la iglesia, que es en realidad la que da acceso de facto al templo (la fachada principal no se usa porque está directamente volcada sobre la calle San Nicolás). No obstante, en su esquina sur destaca un precioso ejemplo de edificio señorial ecléctico, de principios del siglo XX, con balconera de madera, y fachada de ladrillo oscuro y marcos de yeso en torno a los huecos de ventanas y puerta.
El centro de la plaza lo ocupa un recargado monumento a la cruz, sobre columna salómica y banco para el asiento a su alrededor, que se decora con flores cada mes de mayo en honor a esta popular festividad primaveral. Dos pequeñas fuentes a cada lado de ella, y cuatro grupos de dos farolas en forja negra completan la imagen de la plaza. Al fondo, la terraza de la marisquería más famosa de la capital, junto a la callejuela que conduce hasta la moderna plaza Mayor, más amplia y animada. Cuando paséis por esta calle, en la esquina sureste de la iglesia, podéis fijaros en la curiosa estatua del santo Nicolás de Bari, ataviado con mitra (que para algo fue obispo), enmarcado en hornacina y sobre columna, que parece estar vigilando cómo os tomáis las cervecitas y las gambas, ¡crápulas! ¡pecadores! ¡golfos!