Las hijas de Jerusalem (Juan González Moreno, 1956, Museo Cristo de la Sangre).
Esta pieza clave de la imaginería murciana es una obra cargada de sensibilidad y belleza. Rodeado de las hijas de Jerusalén que lloran amargamente, el icónico niño alarga su brazo para intentar tocar a Cristo quien, camino del monte Calvario, ha caído exhausto al suelo mientras Simón de Cirene sujeta la cruz, devolviéndole el gesto con su mano ofrecida. Llama especialmente la atención el sereno y triste rostro de Jesús, así como el maravilloso trabajo de estofados pliegues de su túnica.
González Moreno nació en la Huerta de Murcia y se formó como artista desde joven. De su interesante biografía destaca, por supuesto, su consagrada carrera como escultor, pero no menos su relevante papel en la custodia y recuperación del tesoro artístico murciano durante la Guerra Civil. Él mismo fue quien recuperó y recompuso las piezas del desahuciado Cristo de la Sangre tras el asalto a la iglesia del Carmen, entre otras muchas acciones heroicas, antes de marchar al frente.
Tras el fin de la contienda se convirtió en uno de los imagineros más prolíficos, con piezas clave para el patrimonio de la Semana Santa de Murcia, Burgos, Cieza o Cartagena, entre otras. Para la cartagenera cofradía Marraja realizó la que para los expertos es su obra cumbre: el Entierro de Cristo. Escapando de la fuerte estela marcada por Salzillo y la escuela que le continuó, Juan González Moreno creó una su propia tradición, y es hoy considerado como uno de los genios de la creación artística religiosa del siglo XX en España.