Convento de Santa Ana, volumen 3. Altar Mayor (Plaza Santa Ana, 2).
El convento de Santa Ana fue fundado a finales del siglo XV (1490) en el arrabal de la Arrixaca, construyéndose una casa religiosa en torno a una ermita primigenia dedicada a la madre de la Virgen María. Desde ese momento, y salvo el paréntesis de la Guerra Civil, las monjas Dominicas, rama femenina de la Orden de Predicadores (fundada por Santo Domingo de Guzmán en el siglo XIII) llevan viviendo en clausura aquí desde hace más de 500 años.
El monasterio irá creciendo paulatinamente, anexionando edificaciones según necesidades hasta convertirse en una amalgama de edificaciones de diferente época y estilo. Sin embargo, la iglesia conventual será objeto de dos grandes obras a lo largo de la dilatada historia del edificio: sobre la ermita original gótica, se construye un templo renacentista en el año 1600; en el lugar que ocupaba este, en el boyante siglo XVIII murciano se levantó la majestuosa iglesia barroca que vemos hoy, inaugurada en 1738.
De este último templo destaca sobremanera el Altar Mayor dedicado a Santa Ana, obra maestra de la retablística barroca en todo el Levante español. Fue diseñado por José Ganga Ripoll, y está colmado de esculturas del genio Salzillo, incluyendo la imagen principal de Santa Ana y la Virgen niña. Dos grandes columnas salomónicas (las retorcidas) estructuran la composición, llena de salientes y entrantes, luces y sombras, que convierten este retablo en una auténtica arquitectura en madera.
La curiosidad más notable del Altar es su bicromatismo, único en España: el fondo es pan de plata, reservándose el oro únicamente para los elementos decorativos más singulares (guirnaldas, molduras, etc). Por cierto, estuvo sin policromar (es decir, en madera desnuda) desde su concepción y hasta mediados del siglo XIX, momento en el que las monjas reunieron el dinero para poder dorarlo (y platearlo).